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Victoria Tatto |
Un día mira 43 puestas de sol y yo imagino que cada una es por los chicos de Guerrero
domingo, 7 de diciembre de 2014
LAS 43 PUESTAS DE SOL DE EL PRINCIPITO
El día se puso y me acordé de ti.
Podría decirte que fue un recuerdo fantástico, parecido a la escena de una de
esas películas que se te quedan, porque te gustó mucho. Te lo digo así porque
nuestras vidas se han cruzado como en el cine: tú desde la pantalla, sonriendo;
yo en la sala, intrigado, intentando descubrir el tipo de luces que enciendes
como para traer de seguido el rostro iluminado. Nunca hemos estado juntos
frente a una taza de café, tampoco coincidido brazo a brazo en cualquiera de
los conciertos que tanto festejas, ni he acudido a tus obras de teatro. Por eso
te imagino de ese modo, que domina más sobre las veces de saludo original,
conciso, como se saluda la gente en los bordes de la educación. Te decía que me
acordé de ti cuando se puso el sol, luego de una brumosa noche sin estrellas. A
las estrellas no las pude ver, ¿sabes?, cuando ardía de deseos de estirar el
cuerpo sobre una cama de hojas silvestres, con la cara al cielo, achicando los
ojos, plegando el entrecejo, haciendo lo posible por distinguir del universo su
planeta más pequeño; y luego de sostenerlo con la mirada, descubrir al
hombrecito que lo habita y a su flor y a su cordero. El Principito quería ver
yo, con el sueño de que a mí también me regalase su sonrisa. No pude,
¿sabes?... En este instante pienso que me volví demasiado grande, que este país
me puso –a golpe de situaciones duras– arriba del límite del pensar razonable, lo que
no es bueno para el espíritu porque te haces de una capa de hielo difícil de
franquear. Espanta, Victoria Tatto, no tener más los sentidos afinados para oír
la risa de las estrellas y el canto del agua; me espanta y El Principito
aquella noche no asistió a remover la escarcha. Tuve frío y entonces me acordé
de ti y de tu sonrisa; entonces supuse que tú, Victoria Tatto, eras una mujer
afortunada; di en creer que fuiste la soñadora que una vez se vio al centro del
desierto y que de súbito tuviste de junto al pequeño de los cabellos dorados,
El Principito, el adorable que vino aquí desde las estrellas; y le abriste el
corazón, y luego él te regaló su sonrisa y las miles de estrellas que te
sonríen cada cuanto que corres la ventana. Yo creo que por eso traes el rostro
iluminado. Ahora me lo explico. No todos tienen la gracia de ser tocados por la
luz esencial de la vida, que está en cualquier parte y toda cosa, en la
trasparencia de una nota musical, en un abrazo, o en la rosa que a diario
riegas y agradecida te besa con sus pétalos de gala. Pero te quiero contar un secreto:
aquella noche de brumas no es que no hubiera habido astros en el cielo, ni
tampoco que fuera yo demasiado grande como para no escuchar el cascabelito de
sus sonrisas; en realidad la pesadumbre me aquejaba por esas situaciones tan
duras que te dije antes, las de este país de tristezas y desaparecidos. Pasa
que cuando te pones demasiado serio, la magia no sucede. Pero en la noche
siguiente espabilé el hielo y me di calor con las ensoñaciones de Antonie De
Saint-Exupéry; y desde su mundo El Principito volvió conmigo, clarito distinguí
cuando abandonó las páginas del cuento y entonces, con claridad reveladora, me
contó que un día vio ponerse el sol 43 veces, que cuando uno está triste son
agradables las puestas de sol. El corazón se me encogió, Victoria Tatto, descubrí
de golpe que El Principito –el tuyo y el mío, y de todo aquel capaz de comprenderlo–
en su lejano asteroide se había puesto melancólico por los jóvenes que en
Guerrero no han aparecido más, y por cada uno de ellos vio una puesta de sol,
hasta completar 43… Esto me ha enternecido, ¿sabes?, me reafirma la sensación
de que no estamos tan solos en este vasto reino de pesadumbres; me reconforta
saber que, además de él, en el planeta Tierra abundan principitos que igual que
yo y que muchos observan las puestas de sol por los estudiantes desaparecidos;
y que la mayoría estamos a la espera, forzada o no, de que los gobernantes
puedan oír el secreto que el zorro le confesó a El Principito: “No se ve bien
sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Y esto es lo que
hay, Victoria Tatto: demasiados corazones abiertos habitando las calles, sin un
Presidente capaz de ver ni de oír lo esencial. Comentarios: expresionesdelaciudad@hotmail.com
domingo, 30 de noviembre de 2014
EL PRINCIPITO LLEGA A MÉXICO
EL PRINCIPITO LLEGA A MÉXICO
–Un día, vi ponerse el sol
cuarenta y tres veces.
¿Sabes?... Cuando uno está
verdaderamente triste son agradables las puestas de sol…
CUANDO leí este diálogo del principito, no pude menos que imaginarlo viendo cada puesta por los chicos de Guerrero desaparecidos: una puesta de sol para cada uno, hasta completar las 43. Más adelante, en la misma lectura, la estocada al estupor cuando en otra parte de la historia, o de su visión sobre los habitantes del planeta Tierra, dijo:
"!Es tan misterioso el país de las lágrimas!..."
ENTONCES supuse que el principito había llegado a México.
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